lunes, 24 de enero de 2022

MATRYOSHKA 6

Nicolás era un jubilado estadounidense de origen portugués, chapurreaba el castellano, me dirigió la palabra porque me escuchó hablar por teléfono en español. Era un Señor muy bajito que rondaba los 70 Años de edad en aquel Verano de 2013. Era blanco el poco pelo que le quedaba. Llevaba un jersey de manga larga cuando hacía un calor soporífero. Le conocí en el Ibiza, aquella fatídica Noche en la que varios clanes competían por el número de botellas de champán que podían juntar en sus mesas. Era evidente que Nicolás se encontraba en un ambiente que le incomodaba mucho, todo le molestaba: el volumen de la Música, las aglomeraciones, la agresividad que se percibía...

-Vamonos a mi apartamento! -dijo Nicolás-. Aquí no se puede ni respirar!

Nicolás tenía un piso alquilado en los Apartamentos Corona, muy cerca de la Playa de Arkadia. Me contó que estaba en Odessa porque una agencia matrimonial le había organizado varias citas con Mujeres que "buscaban Marido".

-Ya me he decidido, voy a casarme! He conocido a una muchacha de 45 Años, una rubia que vive en un pueblo con su Madre enferma -continuó Nicolás-, además está desempleada desde hace más de un Año, y tiene tres hijos, el mayor de 17 Años. Me la llevo a mi casa, a Pasadena, a 10 kilómetros de Los Ángeles, en pleno Corazón de California.

Al Día siguiente, Nicolás me presentó a su "prometida", se llamaba Yulia, alta, rubia, con marcadas arrugas en la cara y ojos tristes. Estabamos en el Pub Irlandés de la Deribasovskaya, y la conversación desembocaba siempre en el delicado estado de Salud de la Madre de Yulia, una pobre anciana que necesitaba urgentemente someterse a una operación en Israel, una intervención quirúrgica que costaba 68.000 Dólares. Las coordenadas bancarias estaban sobre la mesa, en un papel de libreta escrito a mano, una cuenta en un banco ucraniano. Me percaté de que en la mesa de al lado, había un Señor que prestaba mucha atención a nuestras conversaciones; en un par de ocasiones amago con dar su opinión, su gestualidad evidenciaba impotencia, esperó a que se fuera Yulia para entrar en acción.

-Yo hablo español, he vivido ocho Años en Torremolinos, cerca de Málaga. Me llamo Gary Cook, soy de Dover, Inglaterra.

-Encantado de conocerle -respondí.

-Hace dos Meses no se llamaba Yulia, se llamaba Olga. Otra vez con el cuento de la Madre enferma? -preguntó Gary.

-No me jodas -replicó Nicolás-, no me lo puedo creer. Llevo casi dos Años en contacto con ella por el messenger. Y no quiero recordar cuanto Dinero he podido llegar a mandarle por Western Unión a su Madre.


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